Las armas del mal by Burton Hare

Las armas del mal by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela, Policial
publicado: 1964-11-30T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

A Kramer no le gustó la invasión de su despacho. Sus ojos, tan fríos como un témpano, fueron de mí al sangrante matón. De éste a la pistola y de nuevo a mí.

—Empiezo a cansarme de usted, McKenna —farfulló—. ¿Qué nuevo truco se le ha ocurrido ahora?

—Mande a su mastín a dar una vuelta. No necesitamos testigos para esta conferencia.

Hizo una seña a Luigi y tan pronto éste hubo salido dije:

—¿Conoce a este ejemplar, Kramer?

—No lo había visto nunca. ¿Qué demonio le ha hecho?

—Hemos discutido un poco. Pero usted debería conocerlo, ya que está en su nómina.

—¿Cómo?

—Eso dice él.

Kramer se levantó y rodeó la mesa, acercándose a nosotros. Sus ojos no se apartaban del cubano.

—Veamos si me aclaras esto, moreno. ¿Desde cuándo estás en mi nómina de personal?

Su voz era tranquila, pero algo latía en el fondo de ella que me hizo estremecer.

El fracasado asesino se echó atrás y barbotó:

—¡Espere…! He tenido que decírselo…, para que no me golpeara más…

—¿Has tenido que decirle qué?

—Que usted me pagaba. No sabía cómo salir del atolladero…

—¿Y me has elegido a mí, sin otra razón? —estalló Kramer, poniéndose rojo—. ¿Por qué, desgraciado?

—Ha sido el primer nombre que…

No pudo seguir. El puño de Kramer voló al encuentro de la ya castigada cara del pobre matón, y éste salió proyectado hacia atrás.

Kramer se acercó a él y lo pateó salvajemente durante un minuto. Me mantuve quieto, al margen de aquella demostración. Por poco que pudiera, me proponía sacar beneficios de lo que estaba sucediendo.

—¡Así que Kramer te paga! —gritó el gran jefe—. Y jamás me había visto. Y le has dicho mi nombre a ese fisgón sólo para que dejara de sacudirte…

—Déjelo, Kramer —intervine entonces—. El fulano no se entera de nada.

Era cierto. Había perdido el conocimiento.

Jadeando, Kramer se echó atrás y lo contempló con mirada homicida. Se me ocurrió pensar que no me gustaría nada encontrarme en el lugar del cubano.

—¿De dónde lo ha sacado? —Gruñó el pistolero.

—Estaba en la calle, dispuesto a seguirme los pasos —mentí. No quería comprometer a la muchacha a ningún precio.

—Y él le ha dicho que yo le pagaba, ¿eh?

—Ya lo ha oído.

—¡Maldito sea! No lo entiendo. ¿Por qué ha tenido que dar mi nombre? Nunca lo había visto. Podía haber nombrado a cualquier otro fulano de la ciudad y no hubiera pasado nada. Pero no; Kramer…

—Tómelo con calma —le aconsejé con burla—. Es usted demasiado popular.

—No me apure, McKenna, no estoy de humor. Quiero saber de dónde ha sacado mi nombre un desgraciado como éste.

Un gemido del aludido le hizo dar la vuelta. El cubano comenzaba a removerse, pero todavía se encontraba a mil millas de este mundo.

Sin embargo, Kramer no le dio cuartel.

—¿Quién te ha hablado de mí? —le espetó, levantándole la cabeza.

—Yo no… ¡Por favor, míster Kramer…!

—¿Quién, bastardo?

El hombre dejó de lamentarse y contuvo el dolor de la manera que pudo. Pero Consiguió articular un nombre:

—Ramírez…

Kramer le soltó los cabellos, y su cabeza golpeó contra el suelo.

Poco a poco se enderezó, con los ojos entrecerrados, pensativo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.